miércoles, 29 de junio de 2011

Había una vez un soldado...

Había una vez un soldado, solo en la trinchera.  Sus compañeros luchaban unidos a unos cuantos kilómetros de distancia de donde se encontraba él; podía oírlos combatir férreamente contra el enemigo.  El enemigo era poderoso y tenía controlado todo a su alrededor, tanto así, que fácil había logrado confundir las mentes de algunos aliados y éstos sin percatarse, creían que luchaban contra el enemigo, pero en realidad, sus esfuerzos atentaban contra ellos mismos.
Ante este panorama, el soldado sentía desolación, pesimismo; hasta que en un determinado momento comprendió que su esfuerzo en solitario también era preciso hacerlo para lograr el éxito de todos, para derrotar al enemigo común.  No importaba ya, ni la falta de recursos, ni el estar sin apoyo, ni siquiera las grandes demostraciones de poder, de control y el espejismo triunfalista del cual hacía gala el enemigo; sólo importaba luchar sin tregua, pelear hasta la última gota de sudor y de sangre para defender la Verdad.

Hoy me siento como este soldado, miro a mi alrededor y muchos de quienes crei eran aliados en la fe, en el compromiso cristiano-católico son personas que han optado por vivir al margen, en clara evasión de todo conflicto que les pueda devenir por la defensa de la fe, de la cultura de la vida a la que somos llamados desde el bautismo y la adopción como hijos de Dios.
También, lejos de mí, escucho católicos comprometidos que no temen las represalias de los tibios, ni los ataques de quienes han optado por dar la espalda a Dios y a su Verdad.

Soy una soldado solitaria que desde su posición en las trincheras, busca tímida ir venciendo mis propios miedos por enfrentar lo que se ha de venir encima, aferrándome cada vez más de la mano de Cristo, para, así como él lo hiciera muchas veces, denunciar a quienes se rasgan las vestiduras, a los que mercan en el templo, para responder con mayor compromiso al llamado que Dios Padre me hace desde mi bautismo, desde mi confirmación personal y voluntaria en la fe, desde la adopción que la sangre de Jesús firmó para mí.

Bendiciones.

lunes, 20 de junio de 2011

Pensamientos en cascada...

Mi puesta de hoy la inicio con una cita bíblica, del libro de Jeremías 1, 4-5:

"Me dirigió Yahvé la palabra en estos términos:
                       Antes de haberte formado yo en el vientre, te conocía; antes que nacieses, te había consagrado yo profeta; te tenía destinado a las naciones."

 Leyendo esto, no puedo evitar pensar, una vez más, que el Autor de la vida es Uno: Dios Padre.  Cierto, la cita alude al profeta, sin embargo, la Palabra es para cada uno de nosotros: Dios mismo, desde antes de la Creación, ya nos había llamado por nuestro respectivo nombre y había designado para cada quien una misión específica para cumplir, ya había dispuesto los dones, carismas, talentos y limitaciones, que para el equilibrio de la humanidad, correspondía a cada uno.
  ¿No es acaso un acto de soberbia el arogarse la apropiación de dones, de carismas, talentos por encima de la Voluntad perfecta del Creador?
   "Antes de haberte formado yo en el vientre", a la luz de estas palabras salidas de la boca de Dios me queda claro que la dignidad humana, el ser humano como tal ES, incluso, desde antes de ser concebido. 
   "Antes que nacieses, te había consagrado yo profeta", con éstas comprendo que en el Plan Divino, el nacimiento de un ser humano es producto de la Voluntad de Dios Padre.
   Aquí me pregunto, ¿quién soy para "obligar" una vida? ¿quién soy para acabar con la vida de una persona? ¿cuáles son las implicaciones de "atravesarle el caballo" a la Voluntad de Dios?
   Aparece en mi mente otro pensamiento, uno que aprendí mientras estudiaba psicología: los hijos son la prolongación de la propia existencia; tener hijos es saldar la cuenta de vida que uno adeuda por haber venido al mundo; la mujer cuando es madre de mujeres, ve en ellas una extensión de sí misma, mientras que si es madre de varón, siente tener la oportunidad de "crear" el hombre ideal que nunca tuvo.  Pensamientos meramente humanos, no los desvalorizo, pero son tan sólo humanos; explicaciones que por su naturaleza humana, desprenden visiones egoístas de la situación, y en ellas subyace el discurso de la propia realización, sin tomar en cuenta la Voluntad, ni a Dios.


 El Salmo 128 (127) intitulado "Bendición del justo" dice en sus versículos 1-3:

"¡Dichosos los que temen a Yahvé y recorren todos sus caminos!
  Del trabajo de tus manos comerás,
  ¡dichoso tú, que todo te irá bien!
  Tu esposa como parra fecunda,
  dentro de tu casa;
   tus hijos, como brotes de olivo,
  en torno a tu mesa."

 Este salmo escrito mucho tiempo antes del Evangelio de Cristo, de puño y letra del rey David, exalta la bendición de Dios Padre sobre todos los aspectos de vida, y procura abarcarlos todos, del hombre que le es fiel, mas no me sugiere imperativos de lo que debo considerar como señales para saber que Dios me ama y me bendice.


 Ya en este punto, pienso en la confusión de una vida espiritual "light", donde tengo nociones de Dios, pero donde no cabe el concepto de "cristiano a tiempo completo" y ello me recuerda las palabras de Jesucristo en Mateo 7, 21-23:
  
    "No todo el que me diga ¨Señor, Señor¨ entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi padre que está en los cielos.  Muchos me dirán aquel día: ¨Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?¨ Pero entonces les declararé: ¡Jamás os conocí; apartaos de mí, malhechores!"

  Claro me queda que no hacer la voluntad de Dios Padre y no asumir ese compromiso con amor leal, fiel, cristianamente, es decir, tal cual lo hace Cristo, me lleva a ser una malhechora.  Bien podría conformarme con una vida de apariencias, de ritos vividos sin sentido y conformista, atenida al Amor sin asumir el compromiso real.  Una fe "tipo mantequilla" es blandengue, adolescente de Dios y su Verdad, un peligro real para mi alma, si tengo en consideración todas las aristas.

 En cambio, la humildad de reconocer el hambre espiritual, lleva a ser un buscador de la Verdad y conlleva la opción por Cristo, por hacer la voluntad de Dios. No digo que conozca la Verdad, de hecho nunca lo lograré en esta vida, pero sí, cada vez que tengo algo de lucidez, la mente y el alma me exigen buscarla.
 
Por otro lado, el ser humano es tan sólo un colaborador del plan de Dios, no es quien diseña, dicta, guía, sólo colabora y la colaboración consiste en ser obedientes al plan que Dios trazó para cada uno de nosotros, plan que no tiene asociación alguna con las vanidades, egoísmos, caprichos de este mundo transitorio.

 En san Juan 15, 18-21, Jesús dice:
   "Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros.
    Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero el mundo os odia porque no sois del mundo, pues yo, al elegiros, os he sacado del mundo.
    Acordaos de lo que os he dicho: El siervo no es más que su señor.
    Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi palabra, también la vuestra guardarán.
     Pero todo esto os lo harán a causa de mi persona, porque no conocen al que me ha enviado."
  Son palabras que deben quedar con fuego escritas en el alma de quien opta por ser "cristiano a tiempo completo" para que sepa a que atenerse, pero con el gozo de saberse en Cristo.
 
Toda esta reflexión me viene a raíz de la celebración del día del padre y la polémica que se ha desatado en torno a la FIV en los últimos días.  Este es tan sólo mi sentir, mi punto de vista; no condeno, no juzgo, pues el único que escruta los corazones y por ello está empoderado para hacerlo es Dios Padre, nadie más; pero en mi búsqueda de la verdad aquí es a donde he llegado.
  Bendiciones.