lunes, 11 de julio de 2011

La misericordia de la nada.

 Misericordia...según nos explicaba un sacerdote en una catequesis sobre la muerte, misericordia quiere decir dar el corazón al miserable; misericordia implica entonces una entrega, una dádiva de sí mismo, hasta el punto de entregar el corazón a quien no tiene nada, ni siquiera la capacidad del agradecimiento.

Un escritor desconocido para mí, Fabrice Hadjadj, acuñó una frase que me capturó: la misericordia de la nada.  De lo poco que pude leer, Hadjadj afirma que satanás no acoje la Misericordia y nos induce, con sus artimañas, a la misericordia de la nada, la cual implica negar cualquier dolor, dolor que nos pone frente a la propia miseria, miseria en la cual se expresa el Inmenso Amor de Dios Padre.  La misericordia de la nada nos aparta de Dios y ¡ni siquiera nos damos cuenta!, tan mal está nuestra fe.

Esta afirmación me puso a pensar en ciertas realidades, que por comunes, pasan inadvertidas; que por pobreza espiritual, son difíciles de reconocer.
La religiosidad natural abunda en la humanidad, se trata de tener noción de Dios pero sin llamarlo Padre (sólo quien se sabe hijo de Dios, puede llamarlo Padre y ser hijo implica aceptar humilde y obediente su Voluntad), "practicar" una religión, rezar, ir a misa el domingo sin el compromiso de apropiar la Palabra. 
De la religiosidad natural se aprovecha satanás para crear confusión, nos distrae con sentimentalismos, con romanticismos prefabricados y se nos va adormeciendo el alma con el opio de la soberbia, la vanidad, de la autosuficiencia que nos vende con apariencia de "principios del Reino".

Una actitud que asocio a esta misericordia de la nada, es aquella que asumen muchos "cristianos de agua" (se les llama así porque se quedaron con el agua que les mojó en el bautismo, sin asumir el compromiso del bautizado), se trata de  una actitud que expresan como "respeto".  Me explico, es un conformismo que no asume compromiso de anuncio, mucho menos de denuncia, porque argumentan, que por respeto no se "meten" en la vida de los demás, cuando en verdad, se trata de la cobardía para anunciar la Buena Nueva a quienes la están necesitando, les guste o no les guste (esto es asociado a hacerlo a tiempo y a destiempo, dicho en 2 Timoteo 4, 1-4)  y del  miedo a perder la comodidad por hacer denuncia y ser rechazados, atacados por ello.

En esta misericordia de la nada, se me hace que también se contempla la negación de la dimensión de la cruz. Para llegar a la dimensión gloriosa de la resurrección, primero hay que vivir la dimensión de la cruz; es en las tribulaciones, privaciones, negaciones, aflicciones que el alma muestra su verdadera escencia, en donde expresa la libre adhesión a la Voluntad de Dios Padre, el abandono y la confianza de que ÉL expresa su fuerza, su poder, su gloria en estas circunstancias.  ¿Cómo puedo experimentar la Misericordia infinita, si me centro en mí y soy mi propio dios personal?

Por tanto, la misericordia de la nada, lleva a convertirse en un "cristiano" permisivo, cobarde, egoísta, depresivo, autocentrado, quien de poco en poco aniquila la propia alma, mientras tontamente cree que está actuando bien porque reza, no falta a misa, no sufre, no hace problemas y no incomoda a los demás con temas que no quieren oír. 

Bendiciones y un fuerte abrazo.

viernes, 8 de julio de 2011

No, porque no lo veas.

No, porque no los veas, sus brazos no están ahí.
No, porque no los veas, sus ojos no brillan con curiosidad.
No, porque no lo veas, su corazón no late con fuerza titánica.
No, porque no lo veas, su cerebro no está codificando cada estímulo que percibe.
No, porque no las veas, sus piernas no están ansiosas por correr el mundo.
No, porque no la veas, su alma no está unida intrínsecamente a su ser corpóreo.
Y tú, incrédulo, auto proclamado homo sapiens sapiens,
tú, que ya caminas por este mundo, tu alma yace en tu ser, invisible a los demás.
Por más que quieras silenciarla
con argumentos llenos de ciencia y de intelectualidad,
ella te interpela la frialdad, la indiferencia
ante ésos, que, como tú fuiste alguna vez, esperan en silencio
un buen samaritano que les defienda
su innegable dignidad humana.
Priscilla de los Ángeles.


jueves, 7 de julio de 2011

Desde mi corazón.

¿Hay razón en ser una voz que resuena en el vacío?, ¿acaso hay que guardar silencio porque no se tienen ecos de lo que se dice?
 La voz quizás no es fuerte, pero es audible; no habla con la sabiduría de los eruditos, pero sí que lo hace con la sinceridad de sus propias convicciones; no tiene la fuerza de los santos y de los doctores de la Iglesia, pero sí que cree en la fuerza que Dios Padre convenga concederle en el momento que ÉL considere justo.
 La mía, es una voz que quizás ni siquiera alcanza a cubrir lo mínimo de lo más ínfimo, sin embargo, busca expresar de modo muy personal lo que el alma vibra, lo que la mente bulle.
  Hoy levanto mi voz para expresarme en desacuerdo con las pautas de la cultura de la muerte, expresadas en la eutanasia, en la eugenesia, en la FIV; prácticas que suponen bienestar para el ser humano, porque el ser humano está hastiado del sufrimiento, de la privación, de tener el orgullo lastimado porque no lo posee todo. 
  Como creyente estoy convencida de que el sufrimiento antes de morir, purifica el alma, no sólo del que está postrado en cama o carga en su cuerpo la muerte física misma sin consumarse, sino que es purificación, conversión y salvación para quienes le rodean.  Por esto es que no comparto la eutanasia; aparte que sólo Dios Padre quita la vida física para otorgar la vida eterna.
 En los incomprensibles signos de una humanidad que está llena de seres "aptos" y de personas cuya existencia según la selección natural, no debieran existir, hay letra de conversión y salvación para todos y cada uno de los seres humanos, que nos vamos transformando, cuando nos dejamos tocar profundamente por la presencia de estos otros, de quienes aprendemos a ser más humanos en los términos que Dios Padre ha dispuesto.  Por eso es que no creo en la eugenesia, pues si por ésta fuera, la faz de la Tierra se vería "librada" de la gente obesa, de los flacos esqueléticos para dar paso a los cuerpos atléticos; no habría gente con inteligencia promedio, mucho menos con IQ inferior al normal, tan sólo los genios intelectuales tendrían el "derecho" a la vida; no habría feos, sólo rostros simétricamente perfectos...¿y el alma? dónde queda el alma sensible, capaz de amar desinteresadamente; no habría conciencia del alma, porque esta no importaría, ¿o sí?
  No estoy en contra de la vida, tampoco el egoísmo me da como para negar la completud de los hijos en la vida familiar; pero, de acuerdo con el gran número de artículos de ciencia que he leído, la FIV más que vida, trae muerte.  A quien esté leyendo le pregunto: ¿considera que su ser humano, comenzó el día de su nacimiento o desde el momento mismo de la fecundación? No porque no tengamos memoria del tiempo embrionario, no quiere decir que no hayamos existido desde entonces.  Ahora vaya, mírese al espejo y contemple sus rasgos físicos que no le resultan agradables y piense que por esos "defectos", en un proceso de selección de laboratorio, bien no pudo haber existido.
 ¿Quién decide con sabiduría, con Amor, el otorgar el don de la vida?  Para mí es Dios Padre, quien en su Omnisciencia da vida a personas con misiones específicas, trascendentales según Sus criterios; aunque Sus designios nos resulten incomprensibles, no significa que carezcan de sabiduría, inteligencia y bien absoluto para todos y cada uno de nosotros.

 Abrazos y bendiciones.