jueves, 5 de enero de 2012

Realidades inesperadas

Lo que he vivido durante esta época de fin de año es algo atípico.
Para comenzar, la tan esperada navidad (en minúscula pues refiero a la pachanga) nunca llegó.  Algo que celebro, pues en el silencio de la noche, en la quietud del hogar, lo único que cabía era estar frente a mi propia realidad, tanto humana como espiritual.  Fue el espacio para, frente a la realidad del nacimiento de Cristo, cuestionarme cuánto de él estaría naciendo en mí, en ese/este preciso instante.
La víspera de año nuevo tuvo el mismo matiz. Nos acostamos temprano pues al día siguiente debíamos asistir al funeral de un pariente cercano.  El sueño fue interrumpido por el tronar de los juegos artificiales que anunciaban la llegada del 2012; debo confesar, luego de querer sofocar mi curiosidad, por fin me erguí para mirar por la ventana el espectáculo de luces coloridas brotar mágicamente en el horizonte.  Acá la realidad fue otra, la realidad de la propia mortalidad, pero vista desde el lente del encuentro definitivo con Dios Padre; reflexionando en cómo Dios permite a algunas personas, la claridad para vislumbrar el desenlace de los acontecimientos en la visita de la hermana muerte, considero que es un privilegio para aquellos que vivieron según la máxima del amor, a semejanza de Cristo.
Vivir según la máxima del Amor... fuertes palabras. ¿Quién vive así en estos días donde pululan el egoísmo, el despilfarro, la ostentación? justo en estas épocas donde se supone celebramos la llegada del Dios que se anonadó a sí mismo para tomar la realidad de uno de nosotros: sin casa, sin vestido, sin títulos ni reconocimientos, sin la seguridad del alimento diario, con los dolores, las fatigas, los desprecios, el frío y el calor.
Seremos juzgados en el Amor, en esa capacidad de anonadarse a sí mismo, de donarse gozosamente, de sufrir con esperanza, sin reclamos; de aceptar de Dios Padre su Santa y absoluta Voluntad, sin figurarse que seguirLE es un seguro contra: decepciones, privaciones, sufrimientos, dolores, negaciones, así como, la fantasía de que seguirLE asegura: éxito mundano, tener todo lo que se quiere y se anhela, ostentar poder y una más, creer que seguirLE es un trueque, un intercambio, con el cual por mi trabajo y mi vida pública de fachada como persona "espiritual" comprometida, puedo exigirLE, manipularLE para que me dé todo lo que le pida.
 Puede adoptarse poses, actitudes que "reflejen" la máxima del Amor, sin embargo es insostenible, pues en el más insignificante de los detalles, se devela la realidad del corazón.
Para vivir la máxima del Amor, hay que dejarse impregnar por Cristo, desde la oración sincera que a nadie impresiona, porque nadie la ve ni la oye, dejar que sea Cristo quien vaya poco a poco, transformándome en una transparencia de su ser y de su Amor, así viviré la máxima del Amor.
Que este año nuevo, este 2012 sea la vivencia genuina del Amor en su única expresión: la expresión en Cristo Jesús.

martes, 20 de septiembre de 2011

Dar muerte a la tibieza

"Y lo mismo se revolcarán los Santos Padres, Santo Tomás de Aquino y San Francisco de Asís, cuando sigan en aumento los católicos que se están dejando llevar por esa expresión superficial, fácil, egoísta y materialista de ese “evangelio según san yo”, sectario, emocionalista, de espectáculo y musiquita relativista."  Fernando Casanova.

Hago mías las palabras del señor Fernando Casanova.


Hoy expreso, no mi malestar, porque a mí nadie me debe nada de nada, sino la denuncia de una experiencia de "fe" claramente planteada en la expresión:   "evangelio según san YO".

¿Dónde está el espíritu de valentía que Dios Padre nos regala con su Santo Espíritu?

En la actualidad, los católicos nadamos en un mar de distracción y egoísmo tales, que hemos perdido el norte real de nuestra existencia: DIOS PADRE.

Por miedo, sí, por miedo al rechazo, a las palabras groseras, a ser señalados no nos atrevemos a mantener una postura comprometida con la Voluntad de Dios Padre, con sus mandatos, con sus Enseñanzas.
Expresamos un relativismo, disfrazado de tolerancia, de comprensión, de "amor al prójimo", para evitar las confrontaciones que nos conllevaría la clara denuncia de todo aquello que atenta y está contra la Palabra.
Hemos perdido, en primer lugar, la certeza de que Dios Padre sí existe, vivimos como si ÉL fuera tan sólo un bello cuento para adormecer los dolores del corazón y sufrir "estoicamente" las vicisitudes de nuestro diario vivir.  En segundo lugar, a falta de madurez en la fe, hemos comprado fácilmente la consigna de que el diablo y el infierno no existen, son tan sólo personajes de otro cuentecito que se usa para establecer métodos de control conductual. Por tanto, actuamos políticamente bien para no involucrarnos en enredos, bajo la consigna "vivir y dejar vivir".

Ya hoy no hay mártires, valientes que mueran por defender la verdad de la fe, la Verdad única de Dios Padre, de Cristo y su sacrificio santo.
Ya no abundan los hombres y mujeres que defiendan, a capa y espada, el don de la vida, la vocación sacerdotal, la vocación religiosa, la vocación del matrimonio, la familia, como Dios manda; ni tampoco, hay defensores de la Verdad, del Temor de Dios... Hasta la asistencia a la misa, a la celebración eucarística la hemos trastocado en la salidita del domingo, no la respetamos ni con la conducta ni con el vestido, además nos limitamos a calentar la banca, el cuerpo presente y la mente ausente; muchos se acercan indignamente (y me refiero al estado del alma)  a recibir la Sagrada Comunión,  sólo para ser vistos y que los juzguen de buenos católicos; y  los sacramentos son eventos sociales "muy bonitos y lucidos"...¡vanidad, pura y triste vanidad!
Callamos y nos conformamos con ir a misa, golpearnos el pecho y hacer cara de estreñimiento para que todos vean cuán contrito está nuestro corazón. Nos aliviamos la voz de la conciencia con "sentir bonito" y decir que una celebración es muy linda, si el curita no denuncia, se limita a hablar lo que endulza el oído y hace gala de una gran oratoria, si el momento de la Consagración es matizado con musiquita de fondo; y creemos que vivir bien dentro de la Iglesia, se limita a no decirnos las verdades caritativamente y hacemos experiencia como una horda de hipócritas, dignos representantes de aquella fuerte frase de Nuestro Señor Jesucristo: "sois semejantes a sepulcros blanqueados, por fuera parecen hermosos, pero por dentro están  llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia" (Mateo 23, 27)

Ser testigo fiel de Cristo no es tan sólo un asunto de andar regalando flores y arcoiris de colores, es, además de anunciar la Buena Nueva, denunciar todo lo que viene del príncipe de las tinieblas, de su cultura de la muerte, muerte que no se limita al plano físico, sino que abarca el más importante, la muerte del espíritu que nos roba la herencia eterna como hijos adoptivos de Dios Padre.

Dijo Cristo: " Os he dicho esto para que no os escandalicéis.
 Os expulsarán de las sinagogas, e incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios.
  Y harán esto porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
   Os he dicho esto para que cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho." (Juan 16, 1-4)

Termino con una pregunta: ¿a quién rindo pleitesía: a Dios Padre o a las creaturas?

Bendiciones y un abrazo.


miércoles, 31 de agosto de 2011

Mi testimonio y testamento.

   Cuando, con mi esposo, tomamos la decisión de asistir a las catequesis del camino neo-catecumenal, lo que menos se cruzaba por mi mente, era tener por objetivo hacer de mí una salmista.  Aunque, si bien es cierto, hubo quienes me sugirieron la idea cuando me invitaron a formar parte del catecumenado, el ser cantora no fue mi motivación para entrar.

   Ya, al formar parte de una comunidad, sin darme cuenta, estaba de cantora.


   Desde el día uno, cuando tomé la guitarra en casa y comencé a estudiar los cantos, todo ha sido enseñanza.
    Por mucho tiempo me enredé en el postulado: la música no es lo importante, lo importante es la Palabra.   Me confundía porque me decía a mí misma, ¡cómo no va a ser importante la música, si el que canta ora dos veces y si la música carece de importancia, entonces para qué gastar esfuerzos en componer música y hacer cantos!
    También me confundía el decir, unificar los cantos, hay que hacerlos como los hace Kiko (fundador del Catecumenado y compositor de los cantos) por tanto, enfocaba mis esfuerzos en ser tan sólo músico, en hacer ejercicio del alma de músico que Dios Padre me dió.
      
 En estos meses, si acaso serán diez, en los que he estado guitarra en mano, canto en garganta, comunidad alrededor, Cristo en mi corazón (o al menos eso creo, no por él sino por mí) y Dios Padre al frente, he vivido signos de contradicción, dolores, y lo que mi soberbia ha interpretado como humillaciones, asimismo, el apoyo, el aliento, la palabra oportuna de quienes me enseñan desde la caridad.
   Todo ha sido un riquísimo aprendizaje, un crisol que me derrite para ser moldeada según la Voluntad y el plan de Dios Padre para conmigo.   Dejo atrás todo aquel discurso de, que si mi voz ésto, que si mi voz aquello, que si tengo estudios vocales o no. Esto no es importante, es tan sólo circunstancial, pues Dios Padre da y quita según su Voluntad.

   Hoy comprendo: mi voz es lo de menos; los cantos no sólo se estudian musicalmente, se escrutan antes que nada;  no debo cantar con indiferencia, tampoco con modismos que se expresan en gestos y posturas efectistas, se trata de abrir mi corazón, de entregar voz, manos y alma a Dios Padre para que ÉL me use como instrumento suyo; el espíritu no lo pongo yo, mi propio espíritu necesita ser colmado, Dios Padre es quien da el Espíritu;  si ÉL tiene a bien, hará resonancias en mi ser, que pueden ser percibidas o no por los demás.

   Como cantora, soy un acompañamiento para la comunidad, nada más; y como tal, el acompañante no brilla, apoya, ayuda.  En la suavidad de la música, hay un mayor deleite de la fuerza y la profundidad de la Palabra;  la Palabra va adelante y la música le acompaña.

   En su amor infinito, Dios Padre me está enseñando grandes cuotas de humildad, me está regalando el que no afirme mi identidad en aspectos circunstanciales, aunque, hasta hoy, sean intrínsecos a mí, quiere que me identifique en ÉL.

   El camino apenas empieza.  Sólo Dios Padre sabe lo que me espera.

   Bendiciones y abrazos.



martes, 30 de agosto de 2011

El valor de la humillación.

  Los últimos días han sido llenos de incomodidad anímica; me he sentido humillada.
 
  ¿Por qué la humillación es tan molesta? Pues, en lo elemental, el ser humano es soberbio, vanidoso, egoísta. La constante tácita de esos tres adjetivos: el YO;  todo tiene que funcionar, girar, disponerse, comprenderse en mi favor, ¡ah! y sin dolores, ni privaciones, ni negaciones.
   No escapo a esta realidad humana y por mucho que me esfuerce por ir en pos de la Voluntad de Dios Padre, mi YO, mal aconsejado por el demonio, siempre busca ser un dios en sí mismo.

   En días pasados mi experiencia de vida en Dios, ha sido escrutada. Luego del examen, mi alma quedó inquieta, magullada parcialmente, y con un mal sabor de boca. 
  Me expuse con sincero corazón y la respuesta de algunos me resultó en juicio malicioso.

  De vuelta a casa, la incomodidad en mí comenzó a tomar fuerza, se tradujo en tristeza, desánimo, y búsqueda de la Verdad.

   Tras preguntar, orar, interpelarme, descubro con gozo la riqueza de haber sido humillada. 
   Desde hace algún tiempo vengo cuestionándome con respecto a mis flaquezas, mis pecados, mis faltas y había entrado en una zona de confort conmigo misma.  
   Entonces entra la acción purificadora de Dios Padre a través de estas personas de quienes percibí hostilidad y prejuicio.  No hubo tal.  De hecho, el que haya calificado dichas opiniones como peyorativas para conmigo, expresan la soberbia, la vanidad que aún habitan en mí.
  
  Si voy por la vida esperando que la gente sea amable conmigo, nada más por mis buenas intenciones, porque lo que hago, lo hago, según yo, con la mirada puesta en Dios Padre, estoy mal.  Olvido que Cristo, siendo el Hijo de Dios, fue acusado de actuar con el poder de satanás,  nada más leer los evangelios de Mateo 12, 22-24; Marcos 3, 22 y Lucas 11, 14-16, para recordarlo y abajarme. ¿Quién soy yo para esperar se me juzgue con benevolencia, nada más porque digo dar fe de mi proceder?

  El valor de la humillación que viví, es mayor;  es regalo de Dios Padre quien en su grande amor por mí, me quiere humilde, humilde hasta las últimas consecuencias; quiere que mi confianza sólo descanse en Él,  que la opinión que me valga siempre sea sólo la de ÉL y que nunca olvide que al único que hay que debo contento es a ÉL.   Que continúe abandonándome a su Voluntad, que ore más, que le pida Espíritu Santo con más ahínco y perseverancia, para que la obra sea Suya y el día que ÉL se manifieste por medio de mí, del cacharro que soy en sus manos, exprese la grandeza de su poder y misericordia.

 Bendiciones y un fuerte abrazo.





lunes, 29 de agosto de 2011

Un día me dijeron:

No se defienda...entonces recordé que mis defensores son la verdad, Cristo, Dios Padre y el Espíritu Santo.

Su problema es que todo lo razona... volví a razonar y recordé que fe y razón tienen que ir juntas en equilibrio sano, la fe sola es fanatismo, la razón sola es secularismo ateo.

Chismes sobre mí... descubrí lo triste de no ser honesto, directo y sincero con uno mismo, la cobardía del corazón humano.

Das mucha importancia a lo malo...tuve que aceptar mi pobreza de espíritu.

Hable en simple, sin tanto adorno... recordé que tengo que adaptar mi verbo a mi intelocutor.

No sea ridícula... me observé y decidí no dejar de serlo, porque sería aniquilar mi autenticidad.

Al final descubro cuánto egoísmo hay arraigado en mí, cuánto camino me falta por recorrer para lograr la verdadera humildad, tengo que abrir más mi corazón a Dios Padre, para que ÉL me transforme y me convierta según su Voluntad.

Si sirves, pero te sirves, entonces no sirves.

Desde hace días una idea viene martillando mi cabeza: si estás para servir, pero lo que haces es servirte, entonces, no sirves para nada (de mi propia inspiración).

Oigo comentarios sobre personas que están en puestos importantes dentro de sus respectivas iglesias, grupos apostólicos y de quienes se comentan actitudes llenas de soberbia, de desdén para con los demás e incluso, actitudes faltas de hermandad para trabajar en la transmisión de la fe.
Personas que tienen muchos años de nutrirse de la Palabra, años de estar aprendiendo, pero que a la postre no dan muestras de que ésta les halla tocado el corazón.  Aún hay orgullo, prepotencia, prejuicio y egoísmo.

No es Dios Padre quien falla, su Palabra es viva y eficaz; fallamos los seres humanos, quienes en cuanto nos delegan una responsabilidad, viramos la tortilla y, aquello que es para servir, lo trastocamos en "mi puesto de provecho personal". En el egoísmo y la autosuficiencia, se cierra la puerta a Dios Padre, ÉL se queda afuera y uno es quien, al negarle la entrada, impide que su Palabra cumpla el cometido de transformar, de convertir, de expresar la gloria y el poder del Altísimo en esos rasgos de personalidad contrarios a su Voluntad.

Los que vemos estas pajas en los ojos ajenos, no podemos olvidar ir al espejo y mirar con detalle, la gigantesca viga que descansa en el propio ojo.  Por eso, en lugar de criticar y destruir, hay que aprender y ser celoso de las propias responsabilidades, así como asumir una actitud orante, sin descanso, para pedir a Dios Padre que colme con su Espíritu Santo a los hermanos que ya no sirven, o que están en peligro de sucumbir ante el engaño de la vanidad.

Orar, orar sin tregua, con corazón sincero y humilde, ésa es la actitud de quien se sabe llamado a servir, pues reconoce que sólo con la presencia de Cristo en él/ella es que se hace posible el servicio a los demás, el cumplimiento agradable de la llamada a ser el más pequeño entre los hermanos.
Bendiciones y un fuerte abrazo.

miércoles, 24 de agosto de 2011

¿Amar? o...¿querer?

Estoy desayunando, la radio es mi compañera de café y la música popular suena sin detenerse; de repente, oigo la voz de José José que canta: "el que ama no puede pensar, toooodo lo da, tooodo lo da. El que quiere pretende olvidar y nunca llorar y nunca llorar...Porque todos sabemos querer, pero pocos sabemos amar."
Dejo de sorber mi cafecito y me pongo a pensar en las locuras e inconsistencias a las que nos vemos expuestos día tras día, cortesía de las cancioncitas de "amor" que escuchamos sea en la radio, sea en la televisión.
QUERER. En cuanto a los afectos, el querer es bien sabido, es egoísta, autocomplaciente, demandante, manipulador, objetiviza (entiéndase que reduce a la categoría de objeto, personas y relaciones), aprovechado, vampiresco.  Por tanto, en el caso de esta canción en particular, el enunciado "porque todos sabemos querer" devela una verdad, la verdad que quiere ser maquillada, para vendérnosla como contrabando afectivo, que sólo deja dolor e insatisfacción y nos roba la oportunidad de crecer en el amor.
AMAR. Es en el AMAR, que estamos confundidos, perdidos.
Los seres humanos heridos por el pecado, sumidos en el egoísmo y engañados por el seductor del mundo, hemos tergiversado el verdadero sentido del AMOR.  Las voces mundanas proclaman que amar tiene que implicar actitudes masoquistas, auto-descalificativas, co-dependientes, esclavizantes.
El amor es una revolución que conlleva libertad, auto-afirmación, auto-estima, independencia, plenitud, alegría y LOCURA. 
¿Por qué digo que AMAR ES LOCURA?  El verdadero amor, Cristo lo enseñó en su paso por este mundo, Dios Padre nos lo regala a manos llenas diariamente y nos ilumina qué es, por medio de su Palabra.
Para el mundo, este amor es locura, pues implica la dádiva gratuita de sí mismo, no hay demandas, ni exigencias, ni ideas preconcebidas de cómo tiene que ser la relación amorosa; hay aceptación total y gozosa del prójimo, los defectos no sorprenden, ni ofenden, ni duelen, son invitaciones para amar como Cristo me ama. Es dar muerte al egoísmo, matar en mí lo que me aleja de cumplir el mandato del amor.
 En el amor no hay expectativas, hay esperanzas;  en el amor no hay exigencias, hay entrega voluntaria de sí mismo;  en el amor no hay mentiras piadosas, se vive en la verdad y por ello no hay nada que esconder;  el amor verdadero no son "maripositas en el estómago", es opción diaria y gratuita; en el amor no hay manipulación, hay respeto y acompañamiento; en el amor hay crecimiento de las partes, en paralelismo, no hay una absorción del otro, hay respeto y admiración mutuos. En el amor, no dependo del otro para tener plenitud, pues mi plenitud está en Dios Padre, mi prójimo es un compañero de peregrinación.
El mundo quiere que vivamos en el engaño de que el amor de Dios Padre se queda en las manifestaciones piadosas...¡NO! el amor que Dios Padre nos profesa, es aplicable a las relaciones humanas, cualesquiera que éstan sean: conyugales, filiales, fraternales, de trabajo, de amigos.
El AMOR SÍ PIENSA, por ello no se deja confundir por los conceptos distorsionados del mal llamado amor, "amor mundano".
Por último, para tener como referencia y reflexión: Dios Padre es Amor, Jesús es Camino, Verdad y Vida.
Bendiciones y un abrazo.