miércoles, 31 de agosto de 2011

Mi testimonio y testamento.

   Cuando, con mi esposo, tomamos la decisión de asistir a las catequesis del camino neo-catecumenal, lo que menos se cruzaba por mi mente, era tener por objetivo hacer de mí una salmista.  Aunque, si bien es cierto, hubo quienes me sugirieron la idea cuando me invitaron a formar parte del catecumenado, el ser cantora no fue mi motivación para entrar.

   Ya, al formar parte de una comunidad, sin darme cuenta, estaba de cantora.


   Desde el día uno, cuando tomé la guitarra en casa y comencé a estudiar los cantos, todo ha sido enseñanza.
    Por mucho tiempo me enredé en el postulado: la música no es lo importante, lo importante es la Palabra.   Me confundía porque me decía a mí misma, ¡cómo no va a ser importante la música, si el que canta ora dos veces y si la música carece de importancia, entonces para qué gastar esfuerzos en componer música y hacer cantos!
    También me confundía el decir, unificar los cantos, hay que hacerlos como los hace Kiko (fundador del Catecumenado y compositor de los cantos) por tanto, enfocaba mis esfuerzos en ser tan sólo músico, en hacer ejercicio del alma de músico que Dios Padre me dió.
      
 En estos meses, si acaso serán diez, en los que he estado guitarra en mano, canto en garganta, comunidad alrededor, Cristo en mi corazón (o al menos eso creo, no por él sino por mí) y Dios Padre al frente, he vivido signos de contradicción, dolores, y lo que mi soberbia ha interpretado como humillaciones, asimismo, el apoyo, el aliento, la palabra oportuna de quienes me enseñan desde la caridad.
   Todo ha sido un riquísimo aprendizaje, un crisol que me derrite para ser moldeada según la Voluntad y el plan de Dios Padre para conmigo.   Dejo atrás todo aquel discurso de, que si mi voz ésto, que si mi voz aquello, que si tengo estudios vocales o no. Esto no es importante, es tan sólo circunstancial, pues Dios Padre da y quita según su Voluntad.

   Hoy comprendo: mi voz es lo de menos; los cantos no sólo se estudian musicalmente, se escrutan antes que nada;  no debo cantar con indiferencia, tampoco con modismos que se expresan en gestos y posturas efectistas, se trata de abrir mi corazón, de entregar voz, manos y alma a Dios Padre para que ÉL me use como instrumento suyo; el espíritu no lo pongo yo, mi propio espíritu necesita ser colmado, Dios Padre es quien da el Espíritu;  si ÉL tiene a bien, hará resonancias en mi ser, que pueden ser percibidas o no por los demás.

   Como cantora, soy un acompañamiento para la comunidad, nada más; y como tal, el acompañante no brilla, apoya, ayuda.  En la suavidad de la música, hay un mayor deleite de la fuerza y la profundidad de la Palabra;  la Palabra va adelante y la música le acompaña.

   En su amor infinito, Dios Padre me está enseñando grandes cuotas de humildad, me está regalando el que no afirme mi identidad en aspectos circunstanciales, aunque, hasta hoy, sean intrínsecos a mí, quiere que me identifique en ÉL.

   El camino apenas empieza.  Sólo Dios Padre sabe lo que me espera.

   Bendiciones y abrazos.



3 comentarios:

Unknown dijo...

Es curiosa la forma en que Dios trabaja en nosotros y nos enseña. Es hermoso ver como nos toma de la mano, si se lo permitimos, y nos lleva por Sus caminos, caminos que no pensábamos que eran para nosotros. Y entre mas caminamos con El mas somos objeto de señalamientos y humillaciones que Dios permite para aprendamos, para que vivamos en carne propia su propia humillación en la cruz. Pero también en Sus caminos encontramos grandes bendiciones, reconocemos Su amor, Su gracia y misericordia y nos damos cuenta de cuan grande es el Señor.

1 Pedro 2,19-21 dice:

Porque esto es aceptable: si alguien soporta aflicción y padece injustamente por tener conciencia de Dios. Porque, ¿qué de notable hay si, cuando cometéis pecado y sois abofeteados, lo soportáis? Pero si lo soportáis cuando hacéis el bien y sois afligidos, esto sí es aceptable delante de Dios. Pues para esto fuisteis llamados, porque también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus pisadas.

Unknown dijo...

:-)

Me alegra no solamente entender tu post, sino también vivirlo cada día con la gracia de Dios1
¡Nunca será más importante la voz que La Palabra!.

Priscilla de los Ang. dijo...

Algo maravilloso del ser llamado al servicio como cantor, es que Cristo lo escoge a uno para ser su voz. Por eso el gran cuidado de no autocentrarse en los dones vocales, musicales, ni siquiera en la llamada misma, o sea, en que "uno es el cantor", porque saca a Jesús y lo sustituye por la propia vanidad, por el YO.