lunes, 29 de agosto de 2011

Si sirves, pero te sirves, entonces no sirves.

Desde hace días una idea viene martillando mi cabeza: si estás para servir, pero lo que haces es servirte, entonces, no sirves para nada (de mi propia inspiración).

Oigo comentarios sobre personas que están en puestos importantes dentro de sus respectivas iglesias, grupos apostólicos y de quienes se comentan actitudes llenas de soberbia, de desdén para con los demás e incluso, actitudes faltas de hermandad para trabajar en la transmisión de la fe.
Personas que tienen muchos años de nutrirse de la Palabra, años de estar aprendiendo, pero que a la postre no dan muestras de que ésta les halla tocado el corazón.  Aún hay orgullo, prepotencia, prejuicio y egoísmo.

No es Dios Padre quien falla, su Palabra es viva y eficaz; fallamos los seres humanos, quienes en cuanto nos delegan una responsabilidad, viramos la tortilla y, aquello que es para servir, lo trastocamos en "mi puesto de provecho personal". En el egoísmo y la autosuficiencia, se cierra la puerta a Dios Padre, ÉL se queda afuera y uno es quien, al negarle la entrada, impide que su Palabra cumpla el cometido de transformar, de convertir, de expresar la gloria y el poder del Altísimo en esos rasgos de personalidad contrarios a su Voluntad.

Los que vemos estas pajas en los ojos ajenos, no podemos olvidar ir al espejo y mirar con detalle, la gigantesca viga que descansa en el propio ojo.  Por eso, en lugar de criticar y destruir, hay que aprender y ser celoso de las propias responsabilidades, así como asumir una actitud orante, sin descanso, para pedir a Dios Padre que colme con su Espíritu Santo a los hermanos que ya no sirven, o que están en peligro de sucumbir ante el engaño de la vanidad.

Orar, orar sin tregua, con corazón sincero y humilde, ésa es la actitud de quien se sabe llamado a servir, pues reconoce que sólo con la presencia de Cristo en él/ella es que se hace posible el servicio a los demás, el cumplimiento agradable de la llamada a ser el más pequeño entre los hermanos.
Bendiciones y un fuerte abrazo.

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